LOCURA.- "Era el mejor del partido, pero su loco Mundial debía terminar con un rapto de locura. El hombre que más y mejor usó la mente en los últimos 20 años de fútbol perdió la cabeza en un segundo y metió ese infame cabezazo que todavía nos duele." (Juan Pablo Vasrki en blog La Nación)
Ayer, en el regreso a Francia, Zizou era el más aplaudido de todos. La gente le había perdonado el exabrupto con que terminó su carrera futbolísitica, entendiendo que era producto de la furia por los insultos y la falta de Fair Play de Marco Materazzi, pero también de la frustración de sentir que no podía darle a Francia ese último conchito dulce de vino que hubiera coronado una trayectoria más que extraordinaria. No importa, lo cierto es que pase lo que pase, Zidane merece ser, ahora en el retiro, considerado el Jugador Más Notable que ha dado Francia (más aún que Platini) y el único con derecho de formar parte en esa trilogía de héroes y super dotados como son Maradona y Pelé. Aunque su actuación fue deslucida al principio, incluyendo las dos amarillas que le impidieron jugar el decisivo partido contra Togo, lo cierto es que Zidane no solo despertó contra España sino que demostró que el fútbol es un deporte hermoso, que causa tanta alegría como angustia, con aquella sonrisa franca, casi infantil, y esa felicidad enorme de estar en su último Mundial y querer irse como un campeón. Contra Brasil, Zidane se jugó el mejor partido de su carrera, mejor técnicamente incluso que el de la final del 98, y si un jugador brillante como Zidane nos da el mejor partido de su carrera ¿no merece acaso el Balón de Oro? Mucho más discreto fue contra Portugal, porque tenía la cabeza puesta ya en la final. Y en la final realmente demostró que incluso marcado por alguien como Gatusso, el mejor contención del Mundial, podía causar estragos, como aquel remate de cabeza apenas atajado por Buffon con una mano. Pudo y debió regalarnos otro penal "bombeadito" como el que metió al principio del partido, pero su ardor bere-bere salió al frente ante un provocador profesional y no pudo terminar el Mundial como debía: en la cancha, levantando la copa o la medalla, primero o segundo, como sea, pero recibiendo el aplauso de todo el Mundo para un jugador que fue el temperamento y el espíritu, no solo el cerebro, de la selección más triunfadora que ha dado Francia al fútbol mundial. Por todo eso, no me cabe duda de que cualquier decisión que hubiese impedido que Zidane sea considerado como el Jugador del Mundial hubiera sido injusta. Nadie como él fue capaz de devolverle a un Mundial estupendo pero algo frío y técnico, ese ardor, esa fuerza, ese encantamiento infantil, esa felicidad sin la que el fútbol no sería el deporte magnífico que ha sido siempre. Gracias, Zizou. TYSON
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